lunes, 27 de junio de 2011

Porqué la Paz? Alegato contra las guerras.

La mañana del 19 de febrero de 2005 la Comunidad había advertido a Luís Eduardo que no fuera a recoger el cacao porque desde el día 17 había patrullas del ejército en la zona de cultivo. Al día siguiente, ante las vagas noticias de que se había retirado, y contra la recomendación de la Comunidad, partió hacia el monte con su nueva compañera Beyanira y su hijo Deiner, llegó hasta la casa de su hermana, en El Barro, a unas 8 o 9 horas a pié, donde iban a permanecer varios días para recolectar el cacao.
El día 21 amanecieron temprano, desayunaron bien y salieron junto con otro hermano hacia los cultivos. Una patrulla del ejército y varios encapuchados los estaban esperando emboscados junto al río Mulatos. El hermano, asustado, propuso huir… pero Luís Eduardo no huyó alegando que él no tenía miedo, en instantes ocurrió todo, el hermano lo escuchó gritar mientras corría, se escondió tras un montículo temblando de miedo, no podía hacer nada, él se salvó para contarlo.

Los informes de la Fiscalía especial de derechos Humanos de Medellín, indican que hubo tortura. La cabeza del niño, Deiner, apareció a unos 15 metros de su cuerpo, que yacía cerca de los de Luís Eduardo y Beyanira.
La mañana del 21 de febrero, el ejército también pasó por la casa de Alfonso Bolívar en la Resbalosa, asesinó a este y a Alejandro Pérez, un trabajador de la finca, a su mujer, Sandra Milena Muñoz, y a sus hijos, Santiago de 20 meses y Natalia Andrea de 6 años, a los niños le habían cortado un brazo y abierto el vientre. Todos aparecieron descuartizados en dos fosas poco profundas bajo las cacaoteras cercanas a la casa.
El día 28 de febrero ya no quedaba una familia en todo el contorno del cañón del Río Mulatos, las pocas que habían resistido a los incesantes operativos militares de los tres últimos años, se desplazaron a San José. Ya nadie estaba seguro en Mulatos.

Desde el 21 de febrero, cuando se conoció la matanza, Lidia Posso, abuela de Santiago y Natalia, esperó sentada en la puerta de su humilde vivienda, que fuera una equivocación y que en el grupo de desplazados que llegó, gota a gota, a la cabecera de San José, estuviera su familia. No fue así, fue peor... Luego tuvo que reconocer los cadáveres,... "Siempre tuve fe. Van a llegar, van a llegar y nada. Llevo toda mi vida viviendo en este pueblo: vi cómo mataron al uno, al otro y me imaginé el dolor de esas familias. Ahora, que me tocó a mí, sólo quien sea madre sabe lo que es que le maten a un hijo y los nietos"

Para hablar de la guerra en Libia no me voy a parar en los formalismos de Naciones Unidas y menos aún cuando ni ellos mismos los respetan, por encima de formalismos está la ética y creo que fue la ética la que sacó a la calle a millones de españoles contra la guerra de Irak. No seré yo la que hable de formalismos porque viví 5 años en Colombia en medio de la guerra, el relato que antecede a este alegato lo viví yo y lo escribo para ponerle rostro a la guerra.

La paz no es solo una idea (pacifismo), una estética, una forma de estar y de ser,  sino que la paz es ante todo una necesidad sin la cual no sería posible la sociedad que nos define como seres humanos muy lejos de los animales en la escala evolutiva. Ello no significa necesariamente el planteamiento de una sociedad idílica, esta paz reconoce la existencia de tensiones en las relaciones humanas, de hecho lo más habitual en las relaciones humanas son los disensos, sin embargo, dicha paz es una propuesta a ultranza de la resolución de los conflictos por la vía del dialogo que no es otra que la vía humana o social.

La guerra también ha sido históricamente utilizada por determinados grupos con intereses en la misma y han abocado a los pueblos a matarse entre ellos bajo diferentes argucias. Esto ha sido y sigue siendo así actualmente.
Uno de los grandes intereses que subyacen a la guerra de Libia es el petróleo, como pudimos comprobar en Irak, a pesar de las voces que intentan desviarla del caso Irak. También el control por el agua está detrás de la guerra de Israel contra Palestina,  Ramallah (Palestina) recibe el 8,2% del agua de la zona, frente al 57,1% que toma Israel; en los Altos del Golan, por ejemplo, el primer motivo de ocupación es este recurso,  pese a contar con el 50% de las aguas superficiales y acuíferos de la zona. Seguimos con el coltan en El Congo o los diamantes en África, implicando desde Sudáfrica, hasta Botswana, Namibia o Sierra Leona y así sucesivamente. Otro gran negocio que mantiene muchos frentes abiertos es el negocio de la droga, en  Colombia, en México o en Afganistán.

Pero la propia guerra en sí, constituye el primer negocio mundial, por encima del petróleo, del coltan, la droga o de cualquier otro. Hoy en día el interés económico que despierta la industria bélica está justificando la alta incidencia de las guerras en el mundo, según datos de la organización de Estocolmo para la paz SIPRI, en el año 2008 el gasto mundial de los Estados en armamento fue de 1,464 BILLONES de dólares, sin contar el monto del tráfico ilegal de armas, difícil de cuantificar (por establecer una comparativa, el presupuesto de ese mismo año en España fue de 201.820,99, 7,5 veces menos) muchos de los países que gastan este dinero en armas mantienen a sus poblaciones sumidas en la más absoluta pobreza, además de sangradas por la guerra. Debemos saber que España es el sexto exportador de armas mundial. Pero la guerra de Libia tiene para la contabilidad belicista múltiples valencias: sirve también para justificar el enorme gasto militar de nuestros presupuestos, apropiarse del petróleo en plena crisis energética y ejercer el control sobre el Magreb, las puertas de “Oriente”. Donde los Libios ponen los muertos, los contables de la guerra suman petrodólares.

Es muy preocupante también la cada vez mayor participación de empresas de seguridad en las guerras modernas, contratadas por los estados para superar los límites impuestos por las disposiciones de derechos humanos y el derecho Internacional humanitario, llevando a cabo la guerra sucia con total impunidad  y sin que las bajas de soldados pase factura a los gobiernos, estas empresas son uno de los actores más interesados en fomentar focos de tensión. Ya se habla, aunque confusamente, de su presencia en Libia, al servicio de unos y de otros, en Irak han hecho su agosto empresas como las norteamericanas Blackwater y DynCorp, que entrena paramilitares en Colombia, en Libia se habla de la Israelí Global security, sin que la llamada comunidad de Naciones Unidas haga nada ante la violación del artículo 47 del Protocolo I a los Convenios de Ginebra de 1949 que prohíbe el mercenariato, firmado por todos los países de la coalición bélica, así como la  Convención Internacional contra el reclutamiento, la utilización, la financiación y el entrenamiento de mercenarios, firmados por varios países entre ellos Francia, Alemania e Italia, curiosamente ni España ni Reino Unido ni EEUU, los guardianes de los derechos Humanos, han firmado. Según analistas internacionales las empresas de seguridad es uno de los sectores empresariales con mayor expansión en esta década.

Con estas suculentas ganancias me pregunto ¿Quién toma las decisiones sobre la guerra o la paz? ¿De qué razones humanitarias estamos hablando? Gadafi es hoy más tirano que antes? Quiénes son esos rebeldes que lucen buenos y costosos uniformes y disponen de armamento pesado en apenas unos días?

Si hubiera humanidad en Naciones Unidas, habrían frenado el genocidio en Colombia y juzgado por crímenes de lesa humanidad a Uribe Vélez, el expresidente, con el que tanto Aznar como Zapatero han compartido algo más que mesa y mantel.

En IU-Verdes somos pacifistas, Sí, nosotros no patrocinamos la guerra. La guerra no nos deja indiferentes, esta indiferencia es una mala pedagogía para nuestros hijos. Por responsabilidad, por solidaridad, por humanidad decimos NO A LA GUERRA.

“Las sociedades no deben fundamentarse nunca sobre el sacrificio y la opresión de los hombres, ni aunque estas medidas se presenten como necesidades transitorias de la historia para una utopía de futuro.” (Ángel Paler)

María José Rodríguez Hernández.

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